Desde que le vi por primera vez hace ya mucho tiempo
siempre que puedo, vuelvo y le veo.
¿Y, cómo es?
Lleva dos lágrimas en sus mejillas y la mirada perdida de
incienso y azucenas,
la noche entera llena
con su fragancia desde La Peña de Francia.
Su manto es de color
vino, bordado con oro fino.
Pensativo en
Semblante y su corona llena de espinas.
Un Paso... y otro
Paso...
y una emoción sublime embarga tu pecho, de devoción humilde.
Va pasando por el Puerto El Gran Poder de Dios
y con Él, la Cofradía de esta tierra bendita mía
y se oyen Las
Plegarias a esa Imagen de policromía
que nos engrandece el
alma y aviva la fe, a veces perdida...
¿Y, qué más?
Que en esa noche de julio todos le acompañan,
todos le rezan y cumplen sus promesas,
y sin mover los
labios ante su presencia, talla Divina, aclaman a su Señor El Gran Poder de
Dios
ser de su pueblo portuense en donde un día, Él se quedó.
María Esther Martín Bravo.
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