martes, 23 de agosto de 2011

Datos históricos sobre el Gran Poder de Dios y otras Imágenes

Domingo, 15 de abril de 2007
Artículo publicado en REVISTA SEMANAL DE EL DÍA. Sábado 31 de marzo de 2007, escrito por José Cesáreo López Plasencia.
DE LA SEMANA SANTA PORTUENSE

JOSÉ CESÁREO LÓPEZ PLASENCIA*


DURANTE los años del Barroco hizo fortuna en la pintura hispana un género mediante el cual se llevaron al lienzo numerosas imágenes religiosas, caracterizadas por la gran devoción que despertaron entre los devotos, las cuales fueron asimismo grabadas, hecho que contribuyó sobremanera a la difusión de su iconografía. Se trata éste de un género pictórico, fundamentalmente de carácter doméstico, que, valiéndose de la pormenorizada y exacta plasmación de los aditamentos y exorno que rodean a las sagradas efigies en sus retablos, tronos o camarines —como la orfebrería, joyas y ricos tejidos— trataba de hacer creer al espectador que se hallaba ante la imagen original, haciendo de estas veras efigies o verdaderos retratos un auténtico "trampantojo a lo divino". Así, devotas imágenes como el Cristo de los Dolores, del Perdón, de Burgos, la Virgen de Atocha, de la Almudena, de la Paloma o la del Sagrario de Toledo, entre otras muchas, fueron trasladadas al lienzo mediante los pinceles de maestros —como Carreño de Miranda, Coello o Valdés Leal—a lo largo de los siglos XVII y XVIII.

Con respecto a las Islas Canarias, el archipiélago cuenta asimismo con interesantes muestras de este género, destacando, especialmente, las creaciones debidas al insigne pintor tinerfeño Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), quien plasmó con sus hábiles pinceles algunas de las imágenes que fueron objeto de la mayor devoción. Este es el caso de la Virgen de Candelaria, Patrona de Canarias; el Cristo de La Laguna, el Cristo de Burgos y la Virgen de la Caridad, venerada en La Geria (Lanzarote), entre otros sagrados simulacros que también se representaron en el Setecientos por parte de artífices que laboraron bajo el poderoso influjo quintanesco, destacando la serie dedicada a Ntra. Sra. de los Remedios, Patrona de Tenerife, efigie sevillana (ca. 1515) venerada en su capilla de la Catedral de La Laguna.

Una de estas devotas imágenes es la talla de El Gran Poder de Dios que preside el retablo de la cabecera de la nave colateral del Evangelio, en la parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Peña de Francia, en Puerto de la Cruz (Tenerife). Se trata de una hermosa escultura vestidera, realizada en madera policromada, que nos muestra a Cristo sedente en actitud meditativa, provista de peluca natural y rica túnica de terciopelo burdeos bordada en oro, mientras que sus pies —que reposan sobre un cojín—son aprisionados por grilletes de plata y en su cabeza luce un hermoso solio de plata calada y sobredorada, rematada por una serie alternante de rayos rectos y flameados. El Cristo aparece flanqueado por dos ángeles cordoneros, tallados por Sebastián Fernández Méndez en 1755, y ricamente policromados y estofados por el pintor local José Tomás Pablo (ca. 1718-1778). A este artífice se debe asimismo, entre otros trabajos, la policromía y dorado de los dos tronos procesionales del Cristo, elaborados por los carpinteros Fernando de Arbelo y Manuel González en 1748 y 1750, años en los que Pablo Pérez del Castillo ocupaba la mayordomía de la Cofradía de El Gran Poder de Dios y Las lágrimas de San Pedro.

La imagen, adquirida —según la historiografia artística— en uno de los numerosos talleres sevillanos de imaginería, en las postrimerías del Seiscientos, por el capitán de Artillería Pedro Francisco Martínez —alcalde de Aguas del Puerto de La Orotava en 1724 y fallecido en 1734, el cual otorgó testamento en dicho lugar junto a su esposa María de Flores, el 2 de mayo de 1734—, es derivación de la conocida iconografia de la Humildad y Paciencia de Cristo, surgida en el Trescientos y tan difundida merced a los grabados flamencos y alemanes, fundamentalmente los realizados por los hermanos Wierix y Alberto Durero (1471-1528). Este es el caso de la xilografía Varón de Dolores, obra del genial grabador de Nuremberg para ilustrar el frontispicio de la Pequeña Pasión (1509-1511), publicada en 1513, y creada bajo el poderoso influjo que ejercieron las Revelaciones místicas de la beata Santa Brígida de Suecia (ca. 1304-1373).

Con respecto al Gran Poder, su iconografia —tal vez debido a la incipiente mentalidad ilustrada del momento— fue embellecida e incluso dulcificada, pues en la misma no tienen cabida las cruentas huellas del martirio sufrido por El Redentor que, sin embargo, hacen acto de presencia en el Cristo sedente y meditabundo surgido en el Medievo, haciendo de la milagrosa imagen portuense una representación magnificente y regia, mucho más cercana a la dicción plástica rococó, propia del Siglo de las Luces, que al crudo y patético verismo barroco. A la misma no son ajenos los ya citados aditamentos suntuarios, destacando entre ellos la rica peana de plata repujada con las Arma Christi, confeccionada en 1753 por el maestro Alonso Agustín de Sosa y Salazar (1693-1766), y restaurada por el platero Juan Angel González García (San Cristóbal de La Laguna, 1946) en su taller lagunero, en 1996.

Los sucesos, calificados de prodigiosos o milagrosos, que rodearon la arribada de El Gran Poder al antiguo Puerto de La Orotava, así como los milagros obrados por el Señor con posterioridad, no hicieron sino despertar entre la feligresía una gran veneración hacia el Cristo, veneración y devoción que cristalizaron en las Fiestas Mayores que en honor de la devota imagen se celebran en la ciudad cada segundo domingo de julio desde 1768. El 11 de mayo de ese año, el beneficiado José Manuel Oramas convocó al pueblo para comunicarle que teniendo mucha devoción a la Milagrosísima Imagen del Gran Poder de Dios determinó este Pueblo verbalmente el que se le hiciese su función el segundo Domingo de Julio de cada un año [...].

Otra muestra de la gran devoción de que gozaba el Cristo a mediados del Setecientos, ya no sólo en el Puerto de la Cruz de la Villa de la Orotava, sino también fuera de él, es el mandato dado por el prelado Juan Francisco Guillén, Obispo de Canaria desde 1739 y electo Arzobispo de Burgos, quien, con motivo de su visita efectuada a la parroquia el 29 de diciembre de 1750, ordena que siempre arda una lámpara en la capilla del Señor así por el Culto que se le debe dar a la devotísima Imagen del Gran Poder de Dios como por estar Colocado en su Capilla el S.mo Sacramento. Asimismo, el obispo concedió licencia a Cristóbal Blanco, mayordomo de la cofradía, para pedir Limosna para la Santa Imagen del Gran Poder de Dios en todas estas islas y en las de Fuerteventura y Lanzarote [...]. Estos acontecimientos repercutieron prontamente en las artes plásticas, pues siguiendo el planteamiento iconográfico que presenta la talla del Cristo sedente se hicieron varias representaciones escultóricas y pictóricas, algunas con la finalidad de ornar iglesias, conventos y ermitas, mientras que otras fueron destinadas al culto doméstico.

Entre las primeras cabe citar la bella escultura ubicada en el retablo de la antigua capilla de La Asunción y Esperanza de Ntra. Sra., en la parroquial arciprestal de San Marcos de Icod de los Vinos (Tenerife), tallada en México, y colocada en la iglesia conventual agustina de San Sebastián por Domingo Hernández Brito, el 13 de septiembre de 1760, por haberle salvado de accidentes y ayudado a enriquecerse en las Indias Occidentales, a donde había emigrado en 1751. Muestra de la devoción profesada por Hernández Brito al Gran Poder, cuya fiesta se celebraba en el convento cada 12 de julio, es el hecho de que éste disponía en su casa de una lámina con guarnición dorada de la efigie del Gran Poder de Dios, obra que, tal vez, reproducía la imagen homónima de Puerto de la Cruz.

Otras esculturas de El Gran Poder se localizan en los templos de La Concepción, en La Orotava (Tenerife); Virgen de Guadalupe, de Teguise (Lanzarote); Santa María de Betancuria (Fuerteventura) y en la parroquial de La Concepción, de Valverde (El Hierro); así como en las colecciones orotavenses de la familia Pérez Bethencourt --obra de Nicolás Perdigón Oramas en el siglo XIX— y en la de don Juan Manuel Reyes Cornejo, realizada por el imaginero villero Jesús de León Cruz (2000); habiendo desaparecido la que se hallaba, al menos hasta 1902, en la ermita de Ntra. Sra. de La Luz, en La Orotava.

Con respecto a las pinturas que efigian al Cristo de Puerto de la Cruz, la primera de la que nos vamos a ocupar se localiza en el ático del retablo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, en la parroquia matriz de San Juan Bautista, de la Villa de San Juan de la Rambla. Se trata de un óleo sobre lienzo que muestra a El Gran Poder de Dios dentro de una hornacina avenerada, con arco polilobulado y flanqueado por pilastras cajeadas que se decoran con algunas Insignias de la Pasión (martillo, lanza, rama de hisopo con esponja, aguamanil, tenazas, escalera y columna), elementos que contribuyen a reforzar el significado redentorista que ya de por sí posee el pasaje de la Pasión plasmado en la tela. En la misma, Cristo aparece ataviado con camisa blanca, que asoma por el cuello, túnica morada ribeteada por un galón dorado y un cordón trenzado que rodea su cuello y cintura. En su cabeza luce un solio de plata calada en su color decorado con rayos rectos y flameantes, mientras que sus pies están aprisionados por unos grilletes de plata, cuya cadena de grandes eslabones coge El Redentor con su mano izquierda. La imagen descansa sobre una peana lignaria de planta oval y base hexagonal que se exorna con tornapuntas y un medallón oval en su frente.

La tipología del arco, típicamente barroco, y de la peana sobre la que descansa la imagen nos inducen a suponer que nos hallamos ante la hornacina del antiguo, oscuro e incorrecto retablo del Poder de Dios, mueble litúrgico realizado con anterioridad a 1708 en el más puro estilo barroco, y que por imperativos del estilo neoclásico, en boga desde las postrimerías del Setecientos, fue reformado entre 1805-1809 bajo las pautas del estilo neoclásico, por el pintor local Manuel Antonio de la Cruz.

La pintura que acabamos de analizar, que ha sido datada en el siglo XIX, deriva del grabado que de El Gran Poder hiciera el ya citado pintor portuense José Tomás Pablo, obra fechada en 1754, que se considera la primera reproducción conocida de la devota imagen. En la misma se nos muestra una bella y sinuosa orla rococó, formada por grandes tornapuntas simétricas y rocallas en los ángulos, que sirve de marco a la efigie del Señor, el cual ha sido figurado flanqueado por dos candeleros con velas encendidas –ocupando el lugar de los ángeles cordoneros que serían tallados al año siguiente por Sebastián Fernández–, provisto de túnica lisa, grilletes y solio, y descansando sobre una peana idéntica a la del referido lienzo sanjuanero. En el medallón frontal de la misma figura la inscripción El Poder de Dios, mientras que en la zona inferior de la estampa se ha incluido una leyenda en caracteres capitales que reza: VENERASE EN LA PARRA. D EL PUERTO D LA ORO.a EN THE. fe.

De la comparación entre la tela y el grabado se colige que –si efectivamente el lienzo parte de la referida lámina– el anónimo pintor se ha tomado ciertas licencias a la hora de trasladar la imagen del Cristo al lienzo, ya que ha optado por sustituir el marco rococó que circunda a la efigie por la hornacina avenerada citada, tal vez, la de su retablo barroco. Asimismo, se han suprimido las velas encendidas que flanquean al simulacro en la estampa.

Cabe la posibilidad de que de la citada fuente iconográfica derive asimismo el lienzo que, plasmando la imagen de El Gran Poder, se ubica en la calle central del segundo cuerpo del retablo dedicado a San Ramón Nonato, flanqueado por los lienzos de la Virgen del Carmen y San José, en la parroquia matriz de La Asunción, de San Sebastián de La Gomera, mueble litúrgico fundado por el Capitán José Marcos Dávila Quintero en 1771. Aunque la imagen figurada en el lienzo, atribuido a un artífice tinerfeño del siglo XVIII, ha sido considerada Nuestro Señor de la Humildad y Paciencia, añadiéndose el dato de que es copia de una escultura desconocida, ahora estamos en posición de poder afirmar de que se trata de la escultura de El Gran Poder de Dios venerada en la parroquia matriz portuense, la cual ha sido llevada al lienzo con la ayuda del comentado grabado de José Tomás Pablo. No obstante, también es probable que éste u otro pintor haya realizado una estampa en la que se representara al Cristo dentro de la hornacina de su retablo barroco. En esta suposición abundan las notables concomitancias iconográficas apreciables entre la tela del templo sanjuanero y la que custodia la parroquial de la capital gomera, no en vano sendas pinturas muestran la devota imagen dentro de una hornacina avenerada de arco polilobulado, y descansando sobre el mismo tipo de peana.

En la misma parroquia de San Juan de la Rambla, esta vez colgando de la pared sur de la capilla mayor, se sitúa otra pintura que efigia a El Gran Poder, de mayores dimensiones que la anterior. En esta ocasión nos encontramos de nuevo ante un óleo sobre lienzo que nos presenta al Cristo ataviado con la misma túnica morada, sin adorno de pasamanería, el cordón y la camisa blanca, cuya botonadura podemos apreciar en el brazo derecho. Al igual que en la obra ya comentada, sobre la cabeza de El Salvador se sitúa un solio de plata en su color, y sus pies están sujetos por grilletes, cogiendo Cristo la cadena que parte de ellos con su mano izquierda. La venerada imagen está sentada sobre un banco de piedra que dispone de reposabrazo, sobre el que Jesucristo hace descansar su brazo derecho, mientras que sus pies se apoyan sobre rica peana rectangular de plata repujada, con estrangulamiento en su parte central.

La pintura es de gran efecto escenográfico o teatral, ya que la imagen ha sido emplazada en una hornacina con arco de medio punto y enjutas profusamente decoradas, del que pende un telón y cortinaje de terciopelo rojo, con ribete blanco y forrado de color verde, que elegantemente se recoge a la altura de los capiteles de las columnas, cuyos fustes semicirculares descansan sobre plintos decorados con flores tetrapétalas. El fondo de la hornacina, que recibe la luz por la zona izquierda, según se mira, permaneciendo la derecha en penumbra, se exorna con pilastras de fuste acanalado, al igual que la cornisa que la recorre. Por último, indicamos que el lienzo fue sometido a una restauración en 1954, tal y como corrobora la inscripción que se localiza en la zona inferior de la tela: Lo restauró Jaime Ripio Lamarca en el año 1954.

En la iglesia de San Francisco de Asís, de Puerto de la Cruz, antigua iglesia conventual de los PP. Franciscanos de San Juan Bautista, se conserva otra pintura dieciochesca que figura a El Gran Poder de Dios. La tela, que cuelga de la pared norte del templo junto al retablo de San Luis Rey de Francia, ha sido realizada en óleo sobre lienzo, y efigia al Cristo ataviado con una túnica morada lisa, estando sus pies aprisionados por negros grilletes, cuya cadena sostiene Cristo con la mano izquierda, al tiempo que su cuello aparece rodeado por una gruesa cuerda que, tras anudarse en la parte delantera, cae hasta el suelo. El solio de plata que hemos visto en las obras anteriores ha sido sustituido en este caso por un halo o aureola de rayos dorados. Con respecto al fondo de la composición, éste ha sido resuelto mediante una arquitectura de dicción clasicista, formada por una columnata y arquería de medio punto, cuyos intercolumnios permiten ver un paisaje cubierto por un celaje sombrío. La tela dispone de un bello marco lignario, parcialmente sobredorado, en el que se han plasmado delicados motivos fitomorfos de progenie barroca.

Con respecto a la localización de la obra que nos ocupa, su presencia en la iglesia franciscana portuense está sobradamente justificada, pues al hecho de que el templo se encuentra en las proximidades de la parroquia matriz, lugar donde se ubica la venerada imagen del Gran Poder, se añade la circunstancia de que la pintura forma parte de los bienes muebles del convento seráfico donde recibieron cristiana sepultura los restos mortales del capitán Pedro Francisco Martínez y su esposa María de Flores, los donantes de la escultura.

Colgando de la pared de la nave del Evangelio, en la parroquia de San Pedro Apóstol, del municipio de Breña Alta (La Palma), se encuentra otra representación pictórica del devoto Cristo de Puerto de la Cruz. En esta ocasión nos encontramos ante un óleo sobre lienzo realizado por el maestro Juan Baixas (1911-1995) en el año 1955, pintor catalán que se había afincado en el citado municipio tinerfeño el año anterior y que en la obra que nos ocupa ha optado por efigiar a la imagen en su trono procesional, en lugar de en su retablo. El Gran Poder ha sido representado luciendo la antigua y hermosa túnica de salida, confeccionada en terciopelo de color burdeos, ricamente bordada en hilo de oro, con un cíngulo cuyos extremos rematados en borlas sujetan los ya citados ángeles cordoneros que tallara Sebastián Fernández. Sus pies, que reposan sobre un cojín del mismo material y color que la túnica, y que ésta apenas permite ver, aparecen aprisionados por unos grilletes de plata sobredorada, cuya cadena coge el Cristo con su mano izquierda. Del cuello del Señor cuelga un gran collar labrado en oro, rematado en una cruz del mismo metal, que ha ido aumentando de tamaño debido a las alianzas que se le han añadido como donación de los devotos de la imagen. El lienzo fue donado el 15 de agosto de 1955 al templo palmero –la parroquia de bautismo del Capitán de Artillería Pedro Francisco Martínez, donante de la escultura portuense– por la Hermandad de El Gran Poder de Dios, con motivo de una peregrinación que dicha confraternidad realizó a La Palma el mencionado año.

El citado pintor catalán llevó a cabo en 1963, con motivo de la restauración de las techumbres de la parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Peña de Francia, otro lienzo que efigia a El Gran Poder —muy parecido a la referida tela palmera— con destino al templo portuense, en cuyo camarín de La Patrona, localizado tras el altar mayor, se conserva en la actualidad.

Para concluir el presente trabajo, citamos otras dos representaciones pictóricas del devoto simulacro del Cristo portuense. La primera de ellas, tela datada en el siglo XVIII, se ubicaba decorando la capilla de la Cruz del Chorro Cuaco, de Puerto de la Cruz, habiendo sido trasladada recientemente a un domicilio particular cercano a dicha capilla. En cuanto a la segunda, fechada en la centuria del Ochocientos, se trata de un lienzo de escasos méritos artísticos perteneciente a una colección particular de la vecina Villa de La Orotava.

Antes de finalizar este estudio queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento, por la amable colaboración prestada en la realización de este trabajo, a las personas que nos facilitaron la investigación y consulta en archivos y bibliotecas, así como a los responsables que autorizaron el estudio de las obras de arte aquí analizadas. En concreto, nos referimos al Rvdo. P. Manuel Damián Díaz Hernández, ex párroco de San Juan Bautista, de San Juan de la Rambla; Rvdo. P. Benigno Gómez, ex párroco de Ntra. Sra. de la Peña de Francia, de Puerto de la Cruz; don Pedro Melián Escobar, Hermano Mayor y responsable del Archivo de la Hermandad de El Gran Poder de Dios, de Puerto de la Cruz; don Eduardo Zalba González, Lcdo. en Historia del Arte (ULL) y autor de algunas de las fotografias de este artículo; don Desiderio González Palenzuela, estudiante de Historia del Arte, y don Juan Alejandro Lorenzo Lima, Lcdo. en Historia del Arte (ULL), por sus amables indicaciones y sugerencias; al Prof. don Martín Vicente López Plasencia, autor de parte de la documentación gráfica que ilustra esta investigación; así como al personal del Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de La Laguna, Biblioteca Central de la Universidad de La Laguna y Biblioteca Municipal de Puerto de la Cruz. Vaya a todos ellos nuestra más sincera gratitud'.

*Lcdo. en Filología Inglesa (ULL)
e historiador del Arte



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